Por CAMILO VILLAMIZAR M.
VANGUARDIA LIBERAL
Sin quererlo, Sebastián ayudó a su abuelo a crear uno de los motivos que adorna el pequeño taller Ideas en Madera.
Después de insertar en un palo varios discos de madera, el niño diseñó un artículo que con el tiempo supo recoger una buena clientela. Si bien el rascador de espalda creado por este ‘genio’ de seis años no es el producto estrella del taller de su abuelo, sí ha despertado interés en algunos de los clientes.
Hoy, esta pieza hace parte de las 35 clases de masajeadores terapéuticos y relajantes que se producen y venden en esta pequeña empresa familiar.
El reto llegó desde Europa
Desde hace cuatro años, después de retirarse de las ‘grandes ligas’ de la ebanistería, Luis Eduardo Chona Albarracín decidió buscarle el uso artístico a la madera.
La historia comenzó con un viejo amigo que volvió de Europa, con un implemento que le había despertado mucha curiosidad; el objeto tenía forma de rodillo y pequeños cuadrados en alto relieve y, según le habían dicho en una calle de París, servía como masajeador relajante.
Conociendo la habilidad artística de Chona, nieto e hijo de carpintero, el recién llegado sentenció: "yo se que usted es capaz de hacer más de 20 rodillos como éste". En efecto, así fue, los artículos se hicieron y se vendieron, dándole vida a la nueva aventura.
"Durante 25 años trabajé en contratos de carpintería y la verdad me cansé de no contar con el tiempo para cumplirle a todo el mundo", dice un hombre que se siente feliz por su actual trabajo.
Según él, su antiguo quehacer no le daba la libertad de trabajar como de un tiempo para acá había querido, en lo artesanal.
Fue así entonces como un producto que no tenía mucho mercado en la región y que para algunos podría no tener un uso específico, el masajeador relajante y terapéutico, le abrió el camino a un negocio que además le permitió demostrar sus habilidades como torneador y diseñador.
Los terapeutas, felices
Ideas en Madera ha tenido en Fundesan a uno de sus mejores aliados. Los profesionales que allí trabajan han encontrado en los masajeadores de don Luis Eduardo, su mejor herramienta de trabajo.
Las ventas de la empresa van de la mano con las necesidades de este ente gubernamental. El precio de los masajeadores varía de acuerdo al proceso de producción, oscilando entre los $3.000 y $30.000.
"Es más, en varias ocasiones nos hemos sentado con algunos fisioterapeutas para hablar sobre nuevos modelos de los masajeadores", comenta el artista.
Sin ser médico, Chona ha colaborado con el proceso de recuperación de miles de personas que han sufrido pequeñas dolencias o grandes lesiones.
"Nunca creí que algo que nació como un simple trabajo artístico se convirtiera en algo tan importante para la sociedad". Y es que dentro de la producción de Ideas en Madera, existen ocho diseños que son utilizados exclusivamente para trabajos terapéuticos.
Implementos para trabajar los músculos flexoextensores, así como para recuperar dedos y otras extremidades atrofiadas, salen de este 'taller de urgencias'.
Por supuesto, el trabajo que allí se realiza y los contactos obtenidos han permitido que las clínicas más importantes de la ciudad y centros terapéuticos contraten sus servicios.
De tal palo...
Don Luis Eduardo no tenía de otra, la madera siempre lo rodeó. Su abuelo y su padre ejercieron esta profesión toda la vida, entonces sus tardes en Chinácota, Norte de Santander, "eran de palo en palo".
La tradición continúa en pie. Sus hijos Nicolás y Carlos Eduardo heredaron sus cualidades y por eso reparten su tiempo entre el estudio y el taller.
Marsupial, una extensión de Ideas en Madera, creada por Carlos Eduardo, el hijo mayor, ya tuvo la oportunidad de debutar el año pasado en Expocamello, "una experiencia que dejó buenos resultados" para sus lámparas y demás trabajos.
Carlos Eduardo aprendió todo lo que sabe de su padre; sin embargo, aunque le colabora, no quiso quedarse en la producción de masajeadores.
Desde hace más o menos año y medio, este joven decidió mostrar su propia línea de trabajos basada en lámparas y juegos didácticos hechos en madera.
"En el caso de las lámparas, la idea es tratar de innovar los modelos, salirse de lo convencional". Esas nuevas ideas, tanto en estructura como en terminados, ya tienen varias muestras.
Acerca del trabajo de su hijo, Luis Ernesto cuenta que "desde niño se le vio la capacidad para inventar, siempre fue muy inquieto".
Dicen que a pesar de que el tiempo pase y se refleje en la edad del ser humano, siempre se tiene un niño por dentro.
Carlos Eduardo tiene 25 años y ya pasó por la edad de armar rompecabezas y dedicar su tiempo a los juegos didácticos, razón por la cual decidió suplir su necesidad realizando estos pasatiempos en madera, "para que lo disfruten las nuevas generaciones".
Falta algo...
Según la opinión de padre e hijo, si bien el negocio ha logrado salir a flote, aún les falta un poco más de apoyo para darse a conocer al público, "aunque la ayuda que nos concedió la Cámara de Comercio invitándonos a participar en Expocamello fue de mucha utilidad", considera Carlos Eduardo, al tiempo que aseguró estar listo para volver este año.
"Pienso presentar mis nuevos productos y concretar los negocios que se adelantaron el año anterior".
Mientras tanto, Luis Eduardo se atribuye en parte la responsabilidad de esa falta de apoyo a la que hacen referencia debido a la timidez que lo acompaña desde su infancia.
"Por errores como éste uno deja pasar muchas oportunidades y la vida está llena de ellas".
Asegura que el mismo trabajo le ha enseñado a no dejar pasar esas oportunidades, por eso para su nueva etapa se puso como propósito buscarlas a como dé lugar. "Si tengo que andar con el material al hombro, o posarme en un parque para mostrar los productos, lo hago, es una forma sana de comercializar", puntualiza.
Lo que esperan
Este artista de la madera aún mantiene viva la ilusión con la que inició el negocio. "Quiero que exista en cada una de las casas de los colombianos uno de mis masajeadores".
Ya está trabajando en conseguirlo, su empresa aún está muy joven pero quiere sentar un precedente en la región para después expandir sus productos y los de su hijo por todo el país.
Mientras tanto, en un rincón de su casa, Sebastián uno de los diseñadores de cabecera de Luis Eduardo, se entretiene pensando en la próxima idea.
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